Riquelmista.

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Después de haber visto los mismos partidos que un aficionado medio durante estos años, después de haber visto jugar a miles de jugadores, de ver golazos, pifias enormes, jugadones y de más. Después de haber visto todo eso, lo reconozco, el jugador que más impacto me ha causado es Román Riquelme.

Intuyo que la cantera argentina ha dado muchos jugadores de este estilo. Uno más, se podría decir. De hecho, la Liga ha estado poblada de varios jugadores de ese corte, principalmente argentinos, del estilo de Ibagaza, Aimar o D’Alessandro. “Trescuartistas” puros.

De todos ellos, argentinos y no argentinos, el más grande es Román. No se como andará hoy en día, y es una desgracia para el aficionado español no tenerlo en esta liga. Tampoco se porque en Barcelona nunca cuajó, era su habitat ideal. Lo cierto, es que si quieres jugar con Román, tienes que jugar para él. O, como mínimo, influye mucho en el juego del equipo, se crea una gran dependencia hacia su figura. Por ahí le atacan sus detractores. No me basta como motivo. ¿Y que si crea dependencia? ¿Es malo? Será malo si el equipo contrario lo neutraliza a él, neutralizando, por tanto, a tu equipo. Pero, ahí viene lo bueno, falta neutralizarlo a él. Tarea ardua donde las haya.

Yo, el Riquelme que recuerdo es el de Villarreal. Porque no vi otro. Exceptuando el año de defenestración en Can Barça. En Boca supongo que dará gusto verlo jugar. Porque allí lo es todo. Un ídolo. Aquí, también lo fue. Pero en un equipo modesto. Su problema, el no caer en un equipo mediático. Barça, Madrid, Atleti, Valencia o Sevilla le hubiesen ido mejor.

Ciñiéndonos estrictamente a lo futbolístico, podríamos hablar maravillas de él. Era un tío que cuando tenía la pelota, andaba. Y cuando no la tenía, también. Nunca le vi correr. No le hacía falta. Su hábitat eran los tres cuartos del campo. No defendía. Y, para atacar, tampoco necesitaba correr, le bastaba con su técnica, con su calidad. Parsimonioso, con sangre de horchata, cuando tenía la pelota, iba al trote con ella, se la mostraba al rival, la escondía, zigzageaba, regateaba, nunca se la quitaban y, finalmente, daba la asistencia de gol, el pase final o, directamente, la enchufaba para dentro de la red él mismo. Por no hablar de las jugadas a balón parado, un auténtico maestro lanzándolas.

Él sólo te podía ganar un partido. Lo demostró en varias ocasiones. De haber sido español y, en referencia, a sus contemporáneos, yo creo que hubiese sido un De la Peña o un Valerón. Grandísimos jugadores ambos. Pero Riquelme tiene algo que le hace superior. Será su lentitud, su calma, el buen trato al cuero.

Es un jugador al que Europa le debe algo. Le debe el rango de estrella. Jugadores con menos nivel que él lo tuvieron. Está en el Olimpo del fútbol, para mí. Empíricamente también así lo consideran en Argentina. Pero, Europa… aquí no. Nunca tuvo suerte. Falló en un grande, el Barça. No le dieron bola. Y fallo ese penalty frente a Lehmann. De haber entrado, nunca se sabe que habría pasado. Quizás hubiese sido campeón de Europa con un modesto Villarreal y, obviamente, Europa lo hubiese encumbrado, lo hubiese subido al Olimpo de los dioses futbolísticos, hubiese tenido su balón de oro.